La
prisión. Así es como le dicen a este lugar los que trataron de soñar más allá
del mar y no lograron acortar el infinito entre ellos y el horizonte. Paradójicamente,
en nuestra tierra se da un fenómeno que puede resultar curioso y singular, una
verdad para muchos. En una vida dedicada al arte, el que no sale de su isla, no
triunfa. Lo más extraño de esta verdad es que el que "triunfa", normalmente, no
recibe el reconocimiento total del lugar que fue su cuna. David Ballesteros, es
un tinerfeño, canario del que sentirse más que orgulloso por su brillante trayectoria
como violinista. Miembro de la Orquesta Sinfónica de Londres y co-fundador de la Orquesta BandArt. Colaborador de
proyectos de integración social como el conocido “Sistema” en Venezuela y la Orquesta
Simón Bolívar.
Como solista ha actuado bajo la batuta de directores como
Lawrence Foster o Josep Pon.
Después de leer esto, algunos pueden pensar que efectivamente
David Ballesteros ha triunfado. Para mí lo ha hecho, aunque no por su currículo,
sino porque ha sabido ser persona en un mundo de luces y sombras, de pitos y
aplausos.
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